domingo, 3 de mayo de 2009

ironías

Qué irónico, en mi adolescencia y juventud recuerdo largas tardes de estar sola en mi casa.

Llegaba de la escuela y la televisión era mi única compañía, incluso comía con ella, y eso en los casos que comía, porque nunca me ha gustado hacerlo sola.

En aquellos años, qué esperanzas de laptop, Internet o e-mail que te pudieran mantener en contacto a la distancia. Mi papá trabajaba hasta tarde, mi mamá entre lo que trabajaba y los viajes que hacía a cursos y congresos eran largas temporadas fuera y mi hermano… bueno mi hermano era un adolescente un par de años mayor que yo con las grandes ventajas primero de ser niño (cosa que en esa casa significaba que él si podía hacer lo que quisiera) y segundo de llegar antes a la edad de manejar.

Total que éramos la tele y yo. Cuando empecé a armar ciertos círculos de amistades con los que hacer planes venía la segunda parte del problema que era ¿quién lleva a la niña? Recuerdo tantas discusiones que al final prefería quedarme otra vez en la casa con tal de no andar dependiendo de las agendas de otros. De hecho esa es una de las razones por las que amo manejar, para mí es un síntoma inequívoco de independencia.

Y también recuerdo que muchas veces esa soledad pesaba horriblemente. Recuerdo tardes de llorar en mi cuarto desesperada por no tener con quien hablar, luego subía a mi perro a ver la tele conmigo, él me miraba como diciendo “pero si aquí estoy yo y para eso somos amigos”, la reacción de mis padres cuando llegaban y aquella bola de pelos estaba en la cama conmigo era atómica.

Han pasado tal vez entre 10 y 15 años de esa época. Por múltiples circunstancias me he visto obligada a pasar 5 días en casa de mis papás. No es ni siquiera la misma casa, por lo que me cuesta cierto trabajo reconocerla como mía, nunca viví aquí, nunca tuve un espacio propio y, como es natural, cada rincón está ocupado por cosas suyas.

Irónicamente, extraño como nunca un momento de soledad. Hoy, tengo mi computadora y el Internet que me acompañan, puedo moverme, estar, platicar, compartir… con amigos y familia sin importar en qué parte del mundo estén. Puedo navegar, investigar, jugar, leer, escribir… en fin, ocupar mi mente en aquello que me de la gana.

No sé, no tengo idea de si se sienten culpables, si ahora les da el remordimiento de los momentos en que me dejaron sola tantas tardes, si es que a su edad ya les hace otra falta la compañía. El tema es que no he tenido un momento para mí y lo peor es que cuando digo QUIERO ESTAR SOLA se sienten ofendidos.

Como diría Alanis Morrisette isn’t it ironic?

1 comentario:

Juan Valdez dijo...

Yo he tenido la suerte de estar al lado de personas a las cuales la vida las ha llevado a estar lejos de casa y de su familia. Al verlas desde fuera, como un tercero objetivo, y saber lo que extrañan y sufren al no tener a su familia cerca, te hace dimensionar muchas cosas. Ahora que estoy fuera y que no tengo a mi familia cerca, me siento satisfecho de que antes pude valorarla y vivir con ella muchas cosas gratas. La independencia es fantástica y los momentos de soledad son imprescindibles, pero la familia no es eterna... DISFRÚTALA!